Me llevó 8 años rehacer en Bilbao mi trayectoria profesional y laboral afectada por la migración.

Una trayectoria que me había costado lo mío y que de repente se me evaporaba al migrar.

8 años en la vida de una persona ya es tiempo: 96 meses para empezar. Y cada mes se hace largo cuando hay que lidiar todos los días con una dificultad: hoy es la impotencia, mañana la incertidumbre. Otro día, saber que podrías estar haciendo mucho más si no fuera porque tu competencia es puesta en duda debido a tu origen.

Con todo lo difícil que fue, mi experiencia personal fue privilegiada en ciertos aspectos: contaba con una red afectiva, con recursos personales que me fueron fundamentales, con experiencias previas de migración… pero aun así me puedo reconocer en las frustraciones laborales de otras mujeres, me veo en los largos trámites para la homologación de títulos sin los cuales se estanca el desarrollo profesional y laboral.

Años después, y he necesitado años, he podido acompañar a otras mujeres migradas en sus procesos de asentamiento en el País Vasco. Y esos procesos quedan recogidos en estas páginas. Páginas que no alcanzan a reflejar las sonrisas y los llantos, porque no se trata solo de eso, porque sistematizar esta experiencia de trabajo significa, sobre todo, recoger una Buena Práctica que sirve para que esas sonrisas y esos llantos dejen de tener un sentido individual y se conviertan en recursos para el cambio.

¿Qué es lo que queremos cambiar?

Todo. Para seguir, la manera en cómo las sociedades en las que hemos decidido o hemos acabado viviendo tengan que reconocer la riqueza que aportamos las mujeres que hemos nacido en otros lugares, pero que ahora somos parte de este. Para seguir, el derecho a ser sujetas de derecho y no beneficiarias de ayudas a causa de nuestra especial vulnerabilidad.

La sistematización de la experiencia de formación ocupacional realizada por Mujeres con Voz y Mujeres Pa’lante, junto con CALALA Fondo de Mujeres, no habla de vulnerabilidades sino de fuerza y determinación.

Determinación de que no nos hundan la segregación ocupacional y los prejuicios que no reconocen nuestros saberes. La determinación de hacer de nuestros proyectos migratorios no solamente historias de coraje individual sino, sobre todo, itinerarios de lucha contra la injusticia.

La migración es un derecho

Y, sin embargo, las mujeres que llegamos al País Vasco o Cataluña hemos tenido que enfrentarnos a la constatación de que somos un problema y también un recurso barato para solventar la crisis de los cuidados. Y también constatamos que nuestros cuerpos de mujeres se insertan en el imaginario social de que cuidar no necesita calificación y, además, hemos venido a eso y, por tanto, no hay ofertas de formación que nos abran otras expectativas.

Por eso mismo, un proyecto pensado para mujeres migradas que se ocupe de mejorar sus posibilidades reales de empleabilidad, y se haga a su medida, merece ser conocido y reconocido, aunque esté fuera del sistema. Formarse para el empleo es un derecho del que no se benefician las recién migradas e incluso las que ya llevan años en el país, debido a que los servicios que ofrecen formación no trabajan sábados y domingos; pero si queremos que realmente las mujeres migradas tengan oportunidad de capacitarse, la oferta formativa tiene que adecuarse a sus condiciones de vida y de trabajo reales.

En estas páginas reconoceremos cuales son las características de estos procesos formativos y el porqué de su importancia y su éxito. Pero más allá de su efectividad y eficacia, fundamentales, lo primero es reconocer que se hicieron desde la sensibilidad que da la identificación. Desde el ser mujeres, desde el ser migradas pero, sobre todo, desde el ser feministas.

Sólo el saber feminista puede reconocer los dolores de espalda que surgen de cumplir la exigencia de la empleadora

En ese dolor de lavar el piso de madera de rodillas, se expresa el cansancio, la humillación y la rabia que se tiene que silenciar para no perder el empleo. Solo el saber feminista puede poner nombre y salidas a esta manera de explotación de los cuerpos de mujeres migradas.

Porque este saber recoge esos cuerpos para trascenderlos. Porque la sociedad a la que hemos llegado ve nuestros cuerpos y se imagina historias irreales. Las historias de las mujeres que se dibujan en estas páginas son reales. Es la historia de cómo convertir las historias de resistencia en aprendizajes sociales y las estrategias individuales de sobrevivencia en estrategias de empoderamiento colectivo.

Hemos hecho esta tarea desde la convicción de que estas páginas son imprescindibles, pero también desde el revuelto de emociones que surge de la identificación y la admiración: a quienes siguen migrando, a quienes siguen comprometiéndose y a quienes damos la bienvenida a las nuevas ciudadanas y ponemos todos los medios posibles para que lo lleguen a ser.

Norma Vázquez, Directora de Sortzen